Somos tantos miles de guadalupanos viviendo de la infinita bondad del suelo, de la lluvia, de la compañía de la gente que nos rodea y con quienes trabajamos, y de las personas que nos admiran y consumen. Nacimos en condiciones diversas, crecimos y fuimos educados de formas diversas. No tenemos los mismos recursos económicos ni las mismas oportunidades, no gozamos de los mismos privilegios, tan pésimamente asignados. Hemos compartido un espacio y un momento en
Este es un año de esos atípicamente buenos. Es ya parte de la tradición que en una región semiárida como la nuestra, los viticultores estemos acostumbrados a lidiar con la adversidad. Años, incluso décadas de terribles sequías han dejado incrustada en nuestro ADN una constante preocupación que se resume en una interrogante: ¿Cómo vendrá el año? Dejando de lado las bondades climatológicas que caracterizan a esta zona y lo propicias que son para nuestra actividad