Agradecer un año excepcional. Por Fernando Pérez Castro
Este es un año de esos atípicamente buenos. Es ya parte de la tradición que en una región semiárida como la nuestra, los viticultores estemos acostumbrados a lidiar con la adversidad. Años, incluso décadas de terribles sequías han dejado incrustada en nuestro ADN una constante preocupación que se resume en una interrogante: ¿Cómo vendrá el año?
Dejando de lado las bondades climatológicas que caracterizan a esta zona y lo propicias que son para nuestra actividad -en el fondo no tendríamos por qué quejarnos-, la incertidumbre ante la escasez de agua es un sino indeleble para el viticultor; una pesadumbre que llevamos sobre la espalda cuando se acercan las temporadas de lluvias, al ser conocedores de que los dados están cargados y no precisamente a nuestro favor.
Las vendimias, en su definición más pura, son el acto de hacer la recolecta, el resultado último de la relación entre la tierra, el hombre, su entorno, el sudor y los sueños que lo acompañan: la fruta es entonces la materialización de estos últimos. Para los agricultores, ese simple hecho, el de la cosecha que está por venir, es el principal motivo de una gran celebración.
Este 2019 trajo bajo el brazo agua. Mucha agua. Tuvimos un invierno e incluso buena parte de la primavera con lluvias que hicieron que el pluviómetro registrara poco más del doble de la media. Aproximadamente 460 milímetros en total, razón por la cual estas Fiestas de la Vendimia en su vigésimo novena edición sin duda tendrán un matiz especial.
El objetivo de atraer público a Baja California durante esta temporada es mostrar las bondades del terruño ensenadense; fomentar la cultura del vino y promover el oficio de los agricultores, quienes están dispuestos a defender la vocación agrícola de nuestros valles; proteger el paisaje y el ámbito natural, que son los mayores elementos de identidad de esta tierra. La labor de los productores es velar por un buen desarrollo de la región adoptando una agricultura sostenible, eficiente y sobre todo asegurando la preservación de la flora y fauna nativas, tema rector de esta edición de Fiestas de la Vendimia.
Hace poco menos de 30 años, un puñado de productores -nueve para ser exactos- tuvieron la visión y capacidad de ejecución para crear, revitalizar y transformar un sector que en aquel entonces permanecía dormido. Ahora, en plena efervescencia, los ojos de México y el mundo se encuentran puestos en el Valle de Guadalupe, lugar donde suceden las que hoy por hoy son llamadas “Las fiestas del vino más grandes de Latinoamérica”.
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